La mentira es una falsificación deliberada que tiene como intención engañar y mantener una idea en desacuerdo con la verdad, con el fin de no aceptar su error de acuerdo a la situación.
La capacidad de mentir no es innata, sino que se va aprendiendo de acuerdo a las experiencias que uno va viviendo. Ya desde muy temprana edad podemos observar a niños y niñas de tres años afirmando que han visto monstruos en su habitación, confundiendo la realidad con la imaginación.
A medida que los niños van creciendo, desarrollan la capacidad de averiguar lo que una persona dice y hace. Este hecho va a marcar un antes y un después en el uso de mentiras.
Como hemos podido leer cuando un niño o una niña miente, puede ser por diversas razones:
– Como imitación al padre o a la madre que miente. Si ellos observan y viven la mentira de manera cotidiana, aprenderán a hacerlo como algo normal y cotidiano. Por ejemplo: cuando escucha a su madre decir ante una llamada inesperada; “dile que no estoy…”
– Por miedo: Suele ser la causa más común en los niños, debido al temor al castigo por parte de sus padres. Si el niño sabe que, por ejemplo, al llevar una nota mala del colegio, sus padres se van a enfadar mucho con él o le van a prohibir ver televisión, el pequeño dirá que todavía no le han entregado sus calificaciones.
– Sentimiento de frustración: En resultado a este sentimiento el niño cuenta que tiene muchos juguetes porque en realidad tiene muy pocos.
– Llamar la atención: inventar una dolencia, falsear sobre un posible problema o conflicto son, en muchos casos, reacciones provocadas por el niño para captar la atención del adulto, que en ocasiones se siente desatendido.
¿Cómo detectamos la mentira en los niños?
Lo detectamos gracias a los siguientes indicadores:
-En el aspecto físico:
● Se les acelera el ritmo cardíaco y la respiración.
● Se les enrojece el rostro.
● Empiezan a sudar, frecuentemente en la palma de las manos.
● Se ponen temblorosos, en especial las manos y la mandíbula.
-En el lenguaje no verbal:
● Esconden las manos o las retuercen. Este hecho puede interpretarse como un gesto de ansiedad, tensión o activación.
● No nos miran a los ojos, o mantienen poco la mirada.
● Se tapan la cara con las manos. Así delatan la incomodidad que sienten al mentir. Otros gestos pueden ser rascarse el cachete, la nariz o la barbilla, comerse las uñas, etc.
-En el lenguaje verbal:
● Dan pocos detalles y hablan con vaguedades.
● Hablando sobre conversaciones, evitan hacer citas textuales. Nos cuentan su versión de las cosas.
● No hacen referencias temporales, espaciales ni sensoriales. Les cuesta imaginar horarios, lugares, olores, colores, etc. de los “mundos” que inventan.
● Incluyen en la historia la mayor cantidad de verdades posibles, y entre ellas intercalan las mentiras.
● Se contradicen.
¿Cuándo debemos preocuparnos?
Podemos encontrarnos casos en los que las mentiras están más elaboradas y tienen una clara intencionalidad. En estos casos deberíamos fijarnos en si éstas son recurrentes o si se presentan como:
– Mentiras patológicas: La famosa «mitomanía» se define como “ la tendencia a fabular o transformar la realidad al explicar o narrar un hecho”. Intenta persuadir y convencer a los demás de la realidad de sus relatos.
– Mentira neurótica: Surge de un nivel elevado de ansiedad en el niño o del temor en general. En este caso la mentira vendría motivada por una conducta de escape ante una situación considerada como amenazante por parte del niño.
¿Qué debemos hacer cuando nuestro hijo nos miente?
Lo primero, determinar qué tipo de mentira es y qué la está motivando. La actitud que tengamos va a ser determinante a la hora de gestionar la situación de la manera más adecuada y, conocer la finalidad de la mentira, va a ser fundamental para ello.
● Reaccionar con calma aunque con severidad. No es necesario gritar o actuar de una forma agresiva, pero los niños deben entender que ese comportamiento no es el más apropiado.
● Felicitar o premiar al niño que confiesa la verdad. Si lo castigamos a pesar de que ha confesado, estaremos reforzando su hábito de mentir. Solo en última instancia habrá que acudir al castigo.
● Favorecer un ambiente de confianza, en la que el niño se anime a contar sus travesuras y sus errores. Que no sienta que cada vez que habla hay consecuencias drásticas.
● Estar alerta. Por mucho que queramos a nuestros hijos, tenemos que aceptar que a veces fallan, que no son perfectos.
Por supuesto estos consejos deberán ser adaptados a la situación, la edad del niño y la mentira en sí.
La gran clave: Educar en la sinceridad
En el libro ‘La mentira infantil’ escrita por la catedrática Ángeles Gervilla, se afirma que la contribución más importante que pueden hacer los padres para educar en la sinceridad es «desarrollar una relación fundada de manera sólida en la confianza». Para lo cual es importante «demostrarle con regularidad que confiamos en él».
Por su parte, Paul Ekman, autor de la obra ‘Por qué mienten los niños’, afirma que el pilar fundamental para evitar la mentira en los niños es la sinceridad. Ekman apunta que el niño se tiene que desarrollar en un ambiente en el que se sienta libre, tranquilo y relajado, en el que se dé una verdadera comunicación entre sus miembros.
Así pues, vamos a mostrar una serie de pautas que ayudarán a crear y fortalecer un clima de confianza en el hogar.
Siete pautas para los padres
1. Debemos reforzar la confianza que los niños tienen en sí mismos para evitar que mientan con el fin de buscar la aprobación de sus compañeros o de otros adultos.
2. Cuando el niño miente no hay que señalar sólo la conducta inadecuada que supone la mentira, sino enfatizar la importancia del efecto que esa mentira puede tener sobre los demás.
3. No debemos reírnos ante las mentiras, aunque a priori parezcan graciosas.
4. Los castigos deben ser medidos y adecuados. Si siempre son demasiado severos, la tentación de mentir para evitarlos será mayor.
5. Ante preguntas «difíciles» en las que los padres pueden tender a mentir, es mejor evitar la falsedad y responder siempre con un «no lo sé» o «déjame que lo piense».
6. No debemos mentirles ni pronunciar falsas promesas que sabemos que no se pueden cumplir. De esta forma evitaremos dar un ejemplo erróneo sobre la mentira.
7. Debemos darles la oportunidad de ser sinceros, aunque esto implique un castigo y mostrarle orgullo por la valentía que muestra al decir la verdad.
Como anteriormente hemos mencionado en otros artículos: Nadie dijo que ser padre y madre fuera fácil… Pero por suerte para nosotros, sabremos asumir las culpas cuando rompamos el jarrón ¿No es cierto?.
Fuente: