Las personas tenemos diferentes temperamentos, y ante estos, algunas emociones que nos hacen reaccionar no adecuadamente. Cuando queremos corregir a nuestros hijos y la paciencia nos gana, solemos alzar la voz que finalmente se vuelven en gritos. Sin embargo, hay que entender que los gritos no educan, al contrario, deterioran los vínculos entre padres e hijos y generan consecuencias negativas en el desarrollo socioafectivo de las niñas y niños.
Estas son algunas consecuencias negativas de lo que pasa en su cerebro cuando le gritamos a nuestros hijos e hijas:
Estas son algunas consecuencias negativas de lo que pasa en su cerebro cuando le gritamos a nuestros hijos e hijas:
1. Se activa el miedo, huye o se paraliza.
2. Libera dopamina y adrenalina, preparándose para huir.
3. El proceso de aprendizaje se bloquea.
4. Envía señales de peligro, inseguridad y amenaza.
5. Registra recuerdos negativos que generan angustia, estrés y ansiedad.
Los gritos son parte del accionar violento hacia niñas y niños, por eso encontramos también que:
- Los gritos no generan respeto
- Los gritos lesionan la autoestima y la confianza
- Los gritos reproducen violencia
- Los gritos no permiten la reflexión
- Los gritos generan una interpretación errónea de los límites
Educar sin gritos es posible. Cuando sientas que estás a punto de gritar, haz una pausa y respira profundo, cuenta hasta tres y tómate un vaso con agua. Además, identifica y reconoce la emoción que estás experimentando. Por último, reflexiona y dialoga sobre lo ocurrido.